Dentro de la inmensa cantidad de actividades que caracterizan la cultura popular tucumana, encontramos este curioso evento que con frecuencia llega a nosotros a través de diferentes propuestas, pero siempre con una misma finalidad: entretenernos mientras anhelamos ser los primeros en gritar ¡BINGO!

Siempre presentes el bolillero, un locutor y los premios, junto con familias completas o no (pero con lapicera en mano seguro), a partir de la hora informada, ¡se larga la competencia!
Es realmente curioso observar a todas esas personas con sus sentidos de la vista y el oído afinadísimo para escuchar el anuncio del número que puede acercarlos a la fortuna.

El sábado pasado se realizó un Bingo Familiar en Villa Alem, a beneficio de una de sus Capillas, al que asistí esperando ganarme algún premio, comer un pancho y algunas golosinas. Y aunque nada de eso ocurrió (a excepción de unas pastillitas que me compre para recibir un número de rifa para participar por otros premios) asistir a este evento me resulto muy grato ya que mientras cantaban los números y anunciaban los próximos sorteos, pude observar personajes muy típicos: señoras quejándose de estar lejos de llenar el cartón, nenes corriendo alrededor de las mesas y trepándose en las columnas y el cartel o la cruz de hierro de la entrada mientras sus mamás concentradas en el cartón les hacen señas de que se queden quietos a pedido del locutor, el muchacho que en algunos momentos sacudía los cartones por el aire en busca de posibles compradores y en otros pasaba con un termo lleno de café caliente, ¡por solo $0,50 el vaso!!, las señoras mayores evidentemente expertas en la cuestión, entre otros…
En fin, es fascinante ver como el Bingo se transforma de un juego de mesa a todo un acontecimiento social capaz de reunir a un grupo de personas entre las cuales las características del barrio, zona o grupo étnico se manifiestan en cada frase, reproche, aplauso, sonrisa o actitud.
En este caso además de ser un evento benéfico se lograron objetivos como la consolidación de las familias de la comunidad católica y de todo el barrio, dándole vida al templo otro día diferente al de la misa y haciéndolos sentir que son protagonistas del propio crecimiento de la Capilla.
Propongo desinteresadamente que sigamos organizando y participando en más Bingos, reuniendo a los vecinos e incentivando la placentera y sana costumbre de reunirse.